Ed. Atenas, Barcelona, España, junio 2007
I
Sólo asido al cántico del alma
el amor permanece.
Como fuego arde en la cumbre,
mas nunca en vino añejo se convierte
porque es arpa de sombra y lumbre.
II
La vida es una veleta de colores
de previstos sucesos rutinarios,
o extraordinario caos/ fermento del origen.
Al borde del camino
acuño lúbricos insomnios en tu cuerpo
y me equivoco con frases,
cuentos que no etiqueto.
Para que comprendas mi indescifrable amor
te enviaré el diario de mis sueños,
fantasmas de ternura majestuosa,
remolinos de cariño en dóciles andamios.
Por eso desde ahora y para siempre,
voy a pintar de diferencia cada minuto,
porque la vida es tan corta
como la turbación de la luna,
y nadie nos ha dicho que para siempre sea,
ni siquiera que asegurado esté el mañana.
Y aquí,
presa de las mortales alabanzas
te ofrezco retornar siempre
al nicho de tu boca,
con lienzos pintados de bemoles,
y mojar tus dedos en añil, miel y memoria
para que de colores colmemos las montañas.
Sensaciones que ondulan
la voz que se desvanece
sin saber en qué punto del pecho
tenemos este fugaz ahora
¿porqué tanta gente está afuera
con antorchas llamando,
trompetas y panderos a la orilla de la vida?,
Quizás perdí el gusto entre tantas olas,
en la inercia del abanico de nubes que nos rodea.
en la puesta de sol que en nuestra piel atardece.
Te regalo esta sonrisa cómplice,y este beso de libertad eterna,
y este otro por esperarme y esperarme,
por confiar en la nueva luz de mis ojos,
por respetar mis silencios de ocaso,
de aurora mi eterna obnubilación,
mis secretos de fuego de gloria.
Y este otro por la alegría de encontrarte ahí,
acodado en la vida siempre sonriente.
Te amo con cada palabra que brilla en la sombra.
III
Para negarte tendría que cortarme las manos,
pudrirme dulcemente por el sexo…
Sabes cómo odio negarte.
Y odio esta sensación de estar atada a tu cuerpo.
La lluvia de mis ojos es ácida
si tú no la provocas.
Para negarte tendría que matar mis sueños,
apagar la luz casi desnuda de mis párpados
y arrancar tus arlequines miembros
dibujados con magia, con movimientos de lluvia.
Si no estás tú
grito en el teléfono,
te nombro, alaridos doy.
Odio esta orfandad que se apodera de mis sábanas.
IV
Hoy nos amamos entre ofrendas de fuego
liadas a la estirpe de nuestra piel
y todo fue tan cristal,
tan de trinos en el alma
que tengo miedo de andar por la calle
para no romper el aire.
El amor se viste de sonrisas,
de miradas azules,
de alegría cómplice.
Tras los telones,
un enamorado me envía besos
con la punta de los labios
y yo pienso en ti.
Al bañarme en el mar,
mi cabello se colma de caracolas
y las olas me regalan los buenos días
y yo pienso en ti.
Tengo los ojos caleidoscópicos,
hoy soy tan insecto,
tan polen en las patas de una mariposa,
tantos tonos distintos en cada beso.
Hoy he pintado los suspiros de colores
y el espíritu crece hasta alcanzar las nubes,
y el gozo recoge miradas y belfos.
Deambulan en el muelle himnos de pies desnudos,
salmos de manos sin sortijas,
blues de caliente piel.
Hoy es un día tan génesis
para acarrear todas las manzanas del deseo
y llevarlas a la parábola de tu boca.
Es un buen día para llenar la cabeza de imágenes,
de noveles sensaciones.
Es un buen día para zarpar
en todos los barcos hacia ningún puerto;
de subir a un tren
que se detenga en la estación del futuro.
Es un buen día para domar nubes
sobre la espalda de un huracán,
para aplacar la furia de los hombres en la guerra
bueno para soltar el nudo del tormento interior.
Hoy es todo lo que tengo,
un cuerpo entretejiendo el alma con el verbo,
recuerdos rojos escondidos en el tiempo,
suspiros de cristal y Tú.
Cada roce es una conmoción,
cada palabra es una caricia en los muslos,
cada suspiro una navaja de fuego,
cada beso un cometa.
Hoy es un buen día
para continuar junto a ti,
consentida,
indefensa,
enamorada…
Solo de ti.
V
Tu voz me devasta,
me inmoviliza,
me abraza.
Cebra entre las garras de un león.
Me seduce,
me hipnotiza,
pobre cobra ante la flauta,
pobres magos y sus trucos;
nada para olvidarte es eficiente.
A veces de libélulas negras
colmada me encuentro,
de escorpiones,
de murmullos de vidas pasadas,
de discordantes mañanas,
de días arriba y abajo junto al teléfono
y mi cordura camina por la cuerda floja.
Y anhelo tu voz,
suspiro de los dioses,
una lengua subiendo por mi espalda,
un hálito de eternidad.
Y esa, tu voz,
es lo único que deseo.
Nada más tuyo es mío.
Nada.
No te tengo.
Esos son los tamaños de mi amor y del tuyo
y así te amo,
dentro de esta jaula que soy yo,
y tú,
la llave que está en el fondo del lago
junto a Excalibur.
VI
Hoy te envío pájaros de la selva,
cestos de flores tropicales,
luciérnagas atadas con cordeles,
paseos por caminos de montaña.
Verdades.
Baja conmigo a los callejones oscuros
de mi ciudad de sombras.
A veces,
cuando pienso,
estoy ahí.
También te envío luces,
amplios ventanales
a la avenida de la esperanza,
velas encendidas
en las noches de vigilia y soledad,
faros que guíen nuestros barcos
hacia un destino incierto.
A veces, cuando siento estoy ahí.
Bebo tu sed,
me como tu distancia,
salto como una gimnasta entusiasta
entre los minutos que acortas
o alargas según tu voluntad.
Soy una mujer que ahora se pone seria,
o ríe,
o se esconde debajo de una piedra.
Un ser lleno de historias.
Un alma buscando;
una ciega,
una ilusa,
un guiño pícaro,
una tentación,
una renuncia.
Un juego de manos.
Entre tú y yo sólo un hilo,
deseos que se juntan por azar,
palabras que podrían copiarse de antiguos libros,
de ternuras robadas a amantes perdidos.
Deja que acaricie el recuerdo de este día
ya que no puedo acariciarte a diario.
Deja que bese tu nombre
ya que no puedo perderme
entre tus labios para siempre.
Deja que coleccione mínimas flores,
retazos de gemidos,
ovillos de lana de colores.
Déjame que te cubra con todo ello
como una lluvia de presentes.
Y besos,
besos rabiosos y alegres,
besos amorosos y fraternos,
besos en la cercana distancia
que no por eso son menos besos.
Besos.
También te envío un ramo de iguanas y tres metros de miedo.
VII
Me siento contigo espejo en equilibrio,
la que se mira y su reflejo.
Símbolo de la primera belleza
obstinándose en no desaparecer,
en permanecer en las calles,
en las terrazas de los cafés,
en callejones de apartadas ciudades,
perdurando de una punta a otra
del espacio en el que habito.
Doy vueltas y siempre estoy donde quiero estar,
algunas veces es contigo.
Voy y vengo,
disfruto de los días como si fuesen el último.
Me peleo con sonrisas
debajo del caparazón
que me protege y me defiende.
Juego mis cartas,
defiendo con fiera energía
el respeto que me otorgo
como don no negociable.
A veces viajo hasta las estrellas,
y vuelvo,
siempre vuelvo con un brillo en las alas.
Y aún en esos momentos,
tu recuerdo está amarrado a mi equipaje.
No dudes, la distancia como un fantasma
a veces me hiere,
me lacera,
me llena el pecho de cráteres.
No lo quiero contar sin metáforas,
no puedo aún.
Por eso
hoy te envío este beso profundo
para que te arrope el alma.
VIII
Promete regalarme
una tarde con vientos del Este
para probar mis alas nuevas
y la claridad del crepúsculo para pintarlas.
No es capricho,
no puedo echarme a volar sin esos regalos
sobre el cielo de acertijos que es tu amor.
Meterme en tus brazos
es asomarme al precipicio de la fusión absoluta
donde tu soledad con mi amor
se ciñe milímetro a milímetro,
cicuta sabor a fe y caricias,
daga deseada tu amor para el abismo del cuerpo.
Gimes en mi oído izquierdo,
nunca en el otro.
Gimes sobre mi piel horadada de cómplices suspiros,
gimes dentro de mi
y Afrodita convierte en vida los impulsos
de tu vientre en mi vientre
y los transforma en espumoso vino blanco
y repito tu nombre y te amo
y en cada galope repican campanas
derrotando sueños imposibles
y así quiero estar,
así,
plena,
celebrando con suspiros de Neptuno y tritones,
cascabeles y serpentinas
tendida junto a ti una tarde inmensa
y recibe éste ramo de notas musicales
con melodías desconocidas
para que conmigo sueñes
y éste jirón de nube
para cubrir tu cabeza y no sientas frío
y arrastro el vaho de la madrugada hasta tu puerta
para que no veas mis lágrimas cuando te dejo.
Acurruco caracolas marinas y silbidos de barco,
lanzo agonías de sirena y mortal arcilla
contra los incrédulos de lo nuestro.
Tú y yo, juntos,
unidos en el silencio.
Ven, ven amor mío
déjame leer en tus ojos ese amor que llevas dentro.
Ven, te regalo éste corazón lleno de espejos
donde puedes encontrarme siempre que tu lo quieras.
IX
Según los manuales del buen amante,
un gran amor, para serlo,
al comenzar a vivirlo
las vísceras debe retorcerte.
Permítame señor de grandes vuelos
que esta mañana tal cosa no intente,
este sábado tan lleno de emoción y apetito
quiero me consienta si es posible
que le envíe este cesto de brillantes arandelas,
dos fuentes con mermeladas y alfajores,
un silbido de sorpresa,
y cuatro tomos de ideas afines
para saber de buena tinta cuánto lo quiero.
No deseo que éste amor que recién inicia
levante nubes de polvo por los caminos del aire,
no quiero pugnar por llegar a alguna meta,
no quiero mas que su sonrisa cómplice y gloriosa.
Quiero que los voraces amantes
de las mil alcobas
envidien estos tic tacs
que se acumulan en mi pecho
como el trigo en los campos italianos
o todas las mudanzas de amores pasajeros.
Yo le ofrezco señor
no mil retortijones en el vientre
sino la imaginación creciendo
como carnívora planta
que devora acres de piel ansiosa,
cientos de clarines de trompeta en la mañana
y el latir de un profundo suspiro renovado
en cada breve muerte que nos sorprenda.
¿Para qué un amor de cazador de jabalíes
armado hasta los dientes?
si cada día puedo escribirle un epígrafe en la espalda
con mis tibias manos desbordadas de promesas.
Esta noche le invito señor mío
que dancemos en la fría espesura de los bosques
las alegres danzas de las ninfas distraídas.
Y que Euterpe traiga su cítara
y Prometeo prenda fuego a todos los poemas
que escribiremos usted y yo esta noche
en un cómplice cráter de la luna.
X
Un día cualquiera brotas a la soledad de la tierra
Y pierden sus manecillas los relojes,
se desparrama la arena de los mares,
rugen los leones de piedra,
y florecen los nenúfares de la mente.
Hombre imberbe,
hermoso mancebo,
tan hermoso que la piel arde,
tan seductor que se alborotan mis venas,
tan deseable que deben sujetarme mis educadores
desde el fondo de mi mente
para no saltar sobre de él
y llenarle de besos como guirnaldas,
de miles de besos de cielo,
de ojos invitándole a todos los palacios,
a todos los desiertos,
a todos los placeres
a un viaje por el país de nunca jamás.
Mas a esta Faraona el reloj le dio las doce,
debo volver a portar la túnica de la esfinge
y ahí estas tú,
alargando la mano para buscar en el oráculo del cielo
todas las respuestas atrapadas en mi cuerpo.
XI
Nada es sin ti
nada en la nada
mi nada perdida naufraga
sin ti.
La ola nada sobre nada
sin ti sola la ola nada.
XII
Su amor
Letrero de intermitentes luces
e imposibles fechas,
un futuro sin señales,
renuncias sobre la incertidumbre
que nos separa.
Escucho sus confidencias
como un magnífico regalo,
como un tesoro único,
y guardo sus sonrisas,
su risa de a veces
como un mágico instante.
Lo escucho sin saber que el tiempo pasa,
atrapo en mi pecho cada uno de sus latidos,
pero no sé de quién es el corazón desnudo
que me enfrenta.
Y lo amo.
Y cuando llora
huyen de su mirada mariposas
y sus lágrimas el corazón me apuñala.
Cae mi máscara ciega
y contra la pared estrellaría mis creencias
por ser tan primaria,
tan sorda,
tan ilusa
por ignorar al amante que late y sufre.
Me sube a la garganta una emoción extraña
y entiendo, por fin,
lo que de mí espera,
la dulce placidez de un amor del día a día,
sin constantes y magníficas declaraciones,
sin locuras,
sin sorpresas,
sin amor de argollas ni iglesias.
Desea que lo lleve de la mano por los días
y le confirme su existencia.
Pero suenan las doce
y debo volver a casa.
Apresurada me visto
Apresurado me besa;
que nadie nos vea.
Separados vamos,
nos perdemos por calles diferentes.
Y al otro día el amor rescatamos
con enormes bocanadas de fiesta.
XIII
No debo amarte en domingo sereno,
ni por el miedo de una tarde de rezos,
ni ahora que los recuerdos son retazos
de gemidos feroces
y tu imagen avive los ojos de la hoguera.
No ahora que mi piel se mece en la nostalgia de tu piel
y llora,
ni aún cuando todos mis vacíos
están habitados por tus silencios
y tus caricias dejan caliente rastro
en mi memoria.
Necesito estar fuerte
para enfrentar tu narcótico aliento
tus devastadoras manos
que destilan veneno
y distraerme de tu cuerpo seduciéndome altivo
sobre el lomo del aire.
Necesito imponer cordura a mi nervioso vientre
para no amarte como si todo el mundo fuera tu boca
y los mares y los ríos tu indomable lengua
y mi sed nunca estuviera satisfecha.
Quiero dejar de sentir hambre de ti /de mi.
Si los océanos fueran tu sexo
bebería cada gota de mar
y devoraría cada grano de arena
sobre la playa firme de tu cuerpo.
Necesito calma en la espera,
música de alas al viento
para volver arrojarme al precipicio de tus besos;
Y si de ti algo queda
después de la explosión del agua
entonces volveré amarte.
XIV
Estoy aquí,
como Penélope,
desde esta plenitud atroz
enviándote delirantes palabras,
apetitos disfrazados,
besos de papel
viajando con mi mente
por todo tú,
todo tú desnudo,
todo tú dispuesto,
toda yo escurriendo mis labios por tu cuerpo,
llenándome de ti/ de mi,
oteando mi sombra sobre tu sombra,
en la espera de la humedad nadante.
Si, aquí,
anclada en mi desnudez de flor de otoño,
soñando con el reencuentro,
el sublime deseo que nos incita,
silentes hasta que la prudencia nos libere
todos los humeantes apetitos contenidos,
todas las manos guardadas para tocarnos,
todos los espumosos besos
derramados hasta las ingles,
y después…
que el destino nos guíe como a ciegos
perdidos en infinitos cuerpo sin tiempo.
XV
Eres fiesta de palabras,
verbena de hablar hasta romper el día,
baile de voces tiernas abrazadas a la noche.
Escribo ceñida a ti.
Desde lejos te acaricio…
¡Y tiemblas!.
Tiemblo yo también
cuando tu boca choca en mis laberintos.
Y así vamos,
deseos que circulan como viajeros en tren de utopías,
saludando con la mano a los pasmados,
a los que no pueden comprender esta armonía de soles,
la inquietud del tiempo que nos alcanza
convirtiéndonos en descomunal agua de fuego.
Besos en la cima de gigantes olas.
XVI
Ya no quisiera escribirte,
tal vez dibujarte debiera,
enviarte trazos de colores,
rumores de viento,
una cantata de Bach.
Tampoco quisiera hablarte,
y entonces invento una sonrisa
para que te bambolees en ella,
entre mis labios tú,
tumbado y sereno tú,
casi dormido en mi cuerpo cuna,
mi voz sujetándote en mi cuerpo música,
la lluvia fuera en mi cuerpo tierra,
y la noche atrapando a los mendigos del amor.
Ya no quisiera escribirte, ya no,
la vida cambia de colores,
huye como ángel envuelto en el efluvio del viento,
como tu amor huye entre campanas de cristal.
Y sin embargo te escribo.
Y estoy triste como aguas en desacuerdo,
no puedo ocultar la mentira en mi sonrisa,
y mañana me iré en busca de otro lugar,
uno donde el amor brotar pueda
en el tembloroso resplandor de mi alma.
Creo que hoy debe terminar la espera,
los días pasan,
el jilguero canta,
las manzanas amarillean sobre la mesa,
el reloj no para
y quiero vivir, seguir viviendo.
Encontrar la luz bajo el puente de las sombras.
Y no te escribiré más en ésta célibe soledad,
debo aprender a dormir con el silencio,
hacer callar la piel que se rebela y llora.
Me tienes en el rincón mas alejado de tus afectos.
Reina de las profundidades de la tierra.
Cementerio donde reposan todos los besos.
XVII
Ofrezco una disculpa por los daños,
por las cicatrices de arado profundo
y las que todavía no sangran.
No pretendas que te deje en el olvido
No he roto aún con el pasado.
Tú me diste estas alas,
ahora para probarlas dame el viento,
las alturas donde subir debo
y robarme una nube,
un hilo de sol,
un ojo de cielo.
A veces tu murmullo sin querer escucho,
tus te quiero,
recuerdo tus eléctricas manos en mi cuerpo
y el íntimo deseo de estar metida
tomando whisky entre tus piernas.
Sabes que el corazón tengo
guardado en el congelador
para que sin ti no se pudra.
Y espero volver a verte
sin reclamos,
odios
ni tristeza,
con ese cariño que me conquistó
metido en la mirada.
Se que no responderás al llamado cegador
donde la piel se teje como poema.
Yo veo más allá de lo que hay ahora,
de lo que hubo antes,
nuestra vida juntos
y sonrío como arco iris inverso.
Y me asusto cada vez que te pienso
porque a ti me acerco,
nublada,
triste invierno sin sol,
sin ti.
Llueve en mi espalda,
y ahí te presiento,
descalzo y sonriente,
porque no queremos lágrimas,
bastante lloramos,
y que miren los otros,
los que corren por las calles
y las plazas
y que el viento se lleve los presagios
y a los que miran
que se lleve a las gitanas y sus augurios,
que olviden a Nostradamus.
Quizás ahora está naciendo una estrella
a millones de años luz
y tú y yo nunca lo sabremos.
Una mujer,
mil,
tres millones se retuercen las manos
esperando que su amado vuelva.
Un hombre,
tres,
todos miran hacia otro lado
porque no saben donde está el norte.
Un niño se mira a sí mismo
y encuentra otro.
¿Qué sabemos?
No quiero dejarte tristeza
sino canastos con miel de abeja
y meto las manos en pintura roja
y escribo tu nombre en las paredes.
Meto las manos en el barro
y modelo un pájaro
o un crisantemo
y te lo regalo.
Meto las manos en ese vaso de vino
y las paseo por tus labios y mis labios.
Meto las manos en el mar
y caigo detrás
y las olas me llevan:
Una sirena me salva,
me canta
y tiene mi propio rostro preocupado
y una carcajada se rompe en burbujas
y, me lo dijiste,
“no soy de los que perdonan”.
¿Y tú que sabes? ,
Amor mío…
esperaré con impaciencia de catecúmeno
algún día una rueda de abrazos,
aunque sea en mis sueños.
Aprende a perdonar,
que el amor se asolea en todos los balcones
pero pocos tienen la fortuna de entretejer
el cielo con sus alas.
XVIII
Hoy te escribo un poema con acento desconocido,
debo inventar un nuevo juego,
un guiño,
una filigrana,
un ardid que abra las cerraduras
de mi domingo gris,
de mi deseo de escribirte sobre alientos de arcilla
para que algo sea diferente,
mientras los elfos danzan inquietos por mis sueños
y yo ahí, tan lejos, tan sin ti.
Bebo del zumo de la ausencia
mientras la tarde se ha subido a un tren
que llena de humo los túneles de mi recuerdo.
Necesito enterrar el cadáver de esta batalla inútil
de amarte a destiempo
y pintar tu imagen en marejadas de olvido.
XIX
Cómo amarte con coherencia
si no ha pasado el tiempo de los cilicios,
si cada día se rebela al origen
para comerse cada rincón de la medianoche.
Amor mío,
quisiera ser bálsamo sobre tu piel,
ungir tu cuerpo con aromáticos líquidos
que disuelvan esa tristeza que te viste
como dulce invitada al ceremonial de las lágrimas.
Que se levanten los santos con sus plegarias,
los rezos a dos manos impregnados de anhelos
para que ni una pizca de nube,
ni una sola,
caigan sobre tu rostro,
porque entonces,
se alborotarían los ejércitos de la tormenta.
No amarte me pesaría como un ancla en el fondo del océano.
XX
Tal vez hoy
me atreveré a decirte que el agua del río amazonasson
lágrimas con que despido tu sombra,
que las unté por todo mi cuerpo
con éstas manos olor a ti.
Puede que hoy te diga que mis dedos
huyeron como enjambre de abejas asustadas
de entre hojas multicolores y telas de araña
al rozar tu encendido hierro con mi ombligo
en la quieta luz de una gota de bruma.
Quizá hoy te enteres que el brillo de tus ojos
lo robé de noche a los caimanes,
que lo traigo metido en la maraña de mi pelo
y lo entretejo con el arco iris de mis alas.Si, tal vez hoy
mientras con el televisor te entretienes
y yo escondo mis ganas en las huellas de la arena
me atreva a escribirte todo lo que guardan mis pestañas
como pensarte desnudo y tibio
boca abajo asfixiando mis gemidos,
tu extasiado rostro de niño urgido entre mis senos,
deletrear tu aroma fervoroso de lujuria,
y abrazarte como bramido de avión en turbulencia vespertina.
Hoy que me encuentro tan lejos
de la inocencia de tus pecados
aquellos que desaté con alevosía enroscada en el ímpetu,
si, tal vez hoy me permita decirte de la urgencia de tus besos
resbalando como aceite de almendras por mi espalda,
las ganas que tengo de echar andar tu recuerdo
- en mi delgada boca el naufragio de tu cuerpo de aurora -
como resplandor de oráculo en la mitad del mundo.
Tal vez hoy, sólo tal vez si tú lo deseas pueda decirte
que diluyo el amanecer con sonoras carcajadas de tristeza,
que la ausencia de tus diestras caricias
siembran pétalos de sangre en mis insomnios
y dejo que me devoren los pantanos del Amazonas
antes que despertar en estas kilométricas horas sin tus besos.
Si, tal vez hoy,
después de la lluvia,
tus gotas tengan ya un destino seguro en mi alta hierba,
en el furor de los árboles que esconden tu recuerdo
y mientras disperso el brillo de tu amor entre sus hojas.
XXI
Desgarro mi sombra para no llorar,
para no salir desnuda a las calles
a pintar de negro el arco iris,
o anudar las nubes en el muelle del olvido.
He atado los sentimientos con cuerda de violines,
y sustraído el reflejo que guarda la arena
para mirar las estrellas del engaño.
Los buitres del odio graznan
entre la niebla y la montaña. Reclamo al amanecer este dolor,
extraigo la piedra de la locura.
Desfallecer gota a gota, día a día presa de la angustia,
absorta en descifrar las letras del alma.
En la calle deambulan corazones enlutados.
Miro la luz ardiendo en la ventana del alma,
miro a través de la negación,
y ya no creo en él,
ya no.
Estar triste,
estar triste,
es decir, Estar.
Romper el silencio,
ser el silencio.
Esta soy yo.
Romper el espejo y mirar a otras.
Cumplir el ciclo,
luego morirse.Sólo queda el recuerdo
y la tarde cae como pacífica bestia,
bamboleándose por el camino a ninguna parte.
Anochece sin ély he perdido la mirada,
he perdido la palabra.No sé volver.
Pienso en las noches de amor
espacio dónde cabía el mundo.
Espejismo
de lo que no era,
lo que no se entiende,
doloroso reflejo de la nada
que sujeta el alma y la domina,
que ensombrece la vida y la disturba,
que trastoca y la vuelve al revés.
Hoy estoy tan epidermis,
estremecida lágrima formada de nostalgia,
voluntad clavada a un nombre,
el suyo,
el suyo,
soñándolo en mil noches,
obsesiva.
Me sangro la lengua para no hablarle
le niego mi historia de papeles amarillos,
le oculto el tiempo que corroe las heridas,
aquellas que nos dejan más cerca del infierno
más lejos de aquel instante dónde cabía todo el amor.
¿¡Porqué no nos abrazamos una tarde de lluvia,
porqué no buscamos la oscuridad para besarnos!?,
No comprendimos que esto no era un juego
y que la vida estaba escrita desde antes,
desde siempre.
Audaz arquitectura
decir de versos en papel de estraza,
miradas,
silencios en la mitad de un puente sin orillas.
Etérea cúpula del aire,
techumbre de cielo,
rumor de otras noches
cuando la lengua buscaba
el temblor entre las piernas,
Ya no quiero recordar.
no quiero sentir más la serpiente del odio
enroscada en la garganta.
XXII
Estoy agotada de vivir al borde de los suspiros,
se extinguió el cielo blanco de nubes
que protegía nuestros besos,
no somos mas dos anónimos amantes
viviendo un invisible romance.
Un trueno inmenso de quimeras
a despedirnos nos urge.
tus labios se han cerrado como bares en madrugada,
tu risa ya no cae como hielos sobre vasos plenos
y las promesas de amor
no son mas que un par de copas sucias
y es entonces que el dolor enardece mi alma.
Me veo recargada sobre el horizonte
como un ave Fénix
y recuerdo tus manos en las tinieblas de mi piel
y sufro,
e invento pecados,
torturas de amor con máscaras y látigos
y vuelvo a ser aquella generosa tierra
-donde tocas florezco-
Me odio por amarte
por añorar tus húmedos labios,
acudo al recuerdo de tu sexo,
y caigo muerta sobre la cama
por las escaleras muerta ruedo,
vago por los senderos muerta
al mar muerto llego
y muerta me quedo en el fondo del océano.
¿Para qué amarte tanto?
muchos años perfumé tu cuerpo,
mil espinas feroces quité de tu alma,
desterré febriles lluvias de tus ojos,
y mis caricias se extendieron
como trigo sobre tu piel de aurora
.
Cuánta, cuánta lluvia ha caído desde aquella vez
que caminamos al muelle del olvido.
Hoy una brizna de niebla duerme en tus ojos
destruyendo la noche en la eternidad de mis sueños.
XXIII
No es fácil morir de amor,
hace falta una sobredosis de pesadumbre
para cerrar los ojos por siempre.
El dolor del abandono aún cuelga de mi cabello
como deseo de agua por la ventana.
Tu perfidia cambió mi hastiante rutina
de ausencias y retornos,
dejé de ser sonámbula en busca del cáliz de las sombras,
ya no me acurruco en cualquier regazo
ni vuelvo agradecida a la fuente
que me dio de beber para luego secarse,
ahora como manzanas con el diablo,
me desnudo ante el espejo
y ya no me confundo con tu imagen.
He aprendido que una tarde de lágrimas
es tan necesaria como pasar una noche sola
de recuerdos en los labios.
El aire nocturno
ya no es un vaho que se cuela por la piel
y se confunde con la muerte,
el corazón ha dejado de dar tumbos
buscando un pecho que lo serene,
y mi vientre ya no se crispa por el ímpetu de pensar
en la perfecta embestida de de tus besos.
No, no es fácil morir,
se necesita más que tres copas de indiferencia
y cinco nubes de angustia,
ya no muero porque tus pasos se alejen
como cenizas al aire
o tu voz se haya perdido
como eslabón de ADN
o tus manos se enrosquen en cualquier corteza.
Si, se necesita mucho más para morirte.
XXIV
Estoy mejor sin ti
ahora que el silencio condenó tu boca blasfema,
que mi sosiego se ciñe a tu ausencia,
y confino tu recuerdo a la sombra del espejo.
Estoy mejor sin ti,
sin la sobrecama nocturna de caricias
forjada con olor de ignotas pieles
y los besos de buenas noches
extraviados antes de llegar a casa.
Sin ti me va muy bien,
Mayo trajo consigo nuevas flores
que he zurcido a la funda de mi almohada
para que ni en sueños se cuele tu memoria.
No soy mas la pasajera de tu tren del miedo
no me asusta mas tu indiferencia
propia de los muertos
ni mi amor diluido en la infinita
inexistencia de tu alma.
Si, estoy mejor sin ti,
dejé de ser tierra que anhela tu lluvia
árbol en espera que el ave anide en sus ramas
me volví interminable sendero
¿y tú?
insalvable distancia.
XXV
Este dolor que revienta como absceso de pus en mi pecho
marea viscosa se expande por todo el cuerpo.
No existe termómetro para el amor sin medida,
ni hay manual para sobrevivir las rupturas,
nadie escribió un castigo a la traición amorosa
o sobre el pánico de una pasión
rodando cuesta abajo como dulce veneno,
porque nadie puede sustraerse al amor de un cuerpo
sudando en la cama.
Tu eras ese amor que temblaba en mis brazos
yo soy ese corazón burlado en tus manos.
Nunca esperé el cuchillo en la espalda
ni los envenenados dardos en el vientre.
Maldita guerra de lágrimas que se debate en mis ojos
malditas tus embusteras caricias,
maldita yo por esperar tus besos.
No tiraré tus fotos, ni tus libros,
no cortaré el cable del teléfono
ni rebanaré en mil pedazos mis venas.
No lloraré más fuego ni vomitaré más sangre.
Soportaré cada recuerdo estrangulándome el alma
guardando el revolver que en mis manos se agita.
Voy a escupir tu engaño como puta de barrio
al concluir este poema.
XXVI
Esta soledad que me devora
hoy se encuentra confundida,
no sabe si esperar la huella de tus pasos
o cubrirme con la sábana de la noche,
se ha encorvado,
camina temerosa,
descansa en el rabillo de los ojos
o se derrama a borbotones por el cuerpo.
A veces descansa en otro lecho
pero siempre regresa derrotada.
Mi soledad sólo desea perseguir tu sombra.
XXVII
¡Que importa que todo se agote
mientras la tierra sea fértil!
Para ti destruir siempre fue un juego
y el amor es lo que menos te incumbe.
Por eso desarraigo de la piel tu aroma;
hoy que todavía existe suficiente noche.
Como tardío recuerdo
desapareciste por las calles.
No palpitas como nube.
Pantano eres,
pútrida cosecha.
XXVIII
Estoy harta de no tener las respuestas a la mano,
no saber si el ave se posará en la misma rama
o cuánto tiempo el árbol pueda sostener el nido
o si debo seguir esperando que llames a mi puerta.
No puedo seguir acumulando tantos sueños
ni esperar a que se pose el ave en la rama
o pensar si es corpulento el árbol para el nido
o si te has olvidado del nido y la rama.
Es tiempo que mi lecho aprenda
que sólo será desdoblado de mi lado,
que el baño reconozca que hay una sola toalla,
que la cocina entienda que no habrá
más charlas con café y cigarrillos,
y mi cuerpo
que se acabó la hora justa para amarnos.
Necesario es que mi jardín acepte
y que el ave ha emigrado de la rama.
XXIX
Hace mucho fui gitana azul,
tiré mis cartas con la mano izquierda
mientras la otra tocaba con desprecio tu recuerdo.
Cadenciosos futuros reverberaron en mis labios
y el sol de marzo calentó mis andariegas manos
que me condujeron al viejo edificio de tu cuerpo.
Ayer, fui una iglesia colmada de oraciones,
un ángel cercando el cuadro de mi santo preferido,
-“San Judas Tadeo en ti confío mis secretos”-
mi moral sujeta con alambres ortopédicos
por que éste amor que por él siento
es un disfraz de noche de espantos mal cosido.
Hoy soy un ave carroñera despavorida tras sus restos
que lo busca fuera y dentro de sus delirios
entre las letras del teclado
donde a veces es luminoso texto
otras oscuridad de invierno
pero nunca el mismo.
Mañana seré cirquera,
prestidigitadora,
una ronda de poemas tirados por un tallador de casino
entre los versos de su último libro.
En el futuro ni 2 minutos por teléfono.
XXX
Que nadie te esculpa en sus entrañas
que nadie te anide entre sus muslos
que nadie se colme con tus aguas
ni se atragante con tu río
que nadie compre tu verbo
que nadie vuelva a verte
o a mirarse en tus pupilas.
Rómpete de una vez por todas
que no quede ni un trozo de tu dura porcelana
hazte cenizas tú,
cristal impuro.
Desaparece,
desintégrate como estatua de sal
ahógate en el fango de tu conciencia.
Petrifícate en el centro de un peñasco.
No vuelvas a reconstruirte.
Que se aleje el recuerdo
de tus punzantes labios en mis labios
de tu sombra copulando con mi sombra
antes que yo en mil pedazos me convierta
o como hielo derretido me funda
otra vez, entre tus brazos.
Mure, muere lentamente frente a mi.
miércoles, 20 de junio de 2007
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1 comentario:
Gracias Lina por el detalle de ir dejando aquí tus poemarios. Leo Consagración de la piel y no tiene ningún desperdicio, sin dudas son los versos de una Gran Poeta.
Todo mi cariño y agradecimiento por el detalle de tu libro.
Un abrazo muy muy fuerte
Rosario
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